Ella ganaba bien, como telefonista, 
 yo laburaba mal, y ganaba peor. 
 Yo tenía el primer papel, y ella el de protagonista, 
 de la historia más triste de todas las de amor. 

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 La fiché desde lejos, moviendo su cintura, 
 y al ritmo de su cuerpo mi mirada bailó 
 se rompían los espejos reflejando su hermosura 
  se rompían los esquemas de mi pobre corazón. 

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 Dichoso si es que existe el dueño de esta perla, 
 de esta obra de arte, de esta boca de miel, 
 le dije y ahí nomás a pesar que existía 
 ni papel ni birome: derechito al hotel. 

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 Supe que era casada con problemas de pareja 
 y que no soportaba gente de mal humor, 
 supe que enloquecía con los besos en la oreja 
 que en la cama y desnuda baila mucho mejor. 

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 Ella le caía bien a todos mis sentidos, 
 salvo cuando el marido era el tema de hablar, 
 cuando su confesión lastimó mis oídos 
 me dije no la escuches, no te ahogues en su mar. 

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 Yo abrí de par en par las puertas de mi alma 
 y dejé que saliera mi secreto peor, 
 disimulando lo triste y conservando la calma 
 le dije "aunque no creas, estoy buscando amor". 

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 Nos rendimos los dos a fingir como tontos 
 que yo era su marido y que ella era mi mujer 
 pero al cabo de un tiempo yo no quería ser su esposo, 
 ella quiso volver a ser la dama infiel. 

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 Ahora ella está feliz, volvió con el idiota, 
 yo recorro las calles buscando otra mujer, 
 y aprendí que mentirse tiene patas muy cortas 
 que siempre la costumbre va a matar al placer, 
 va a matar al placer. 

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 Letra: Juan Fernández